Javier Milei será el presidente de Argentina a partir del 10 de diciembre. Sus ideas anarco-capitalistas no podrán triunfar en el país.
Luego del balotaje que se vivió en noviembre, Javier Milei fue elegido presidente para gobernar Argentina durante los próximos cuatro años. Asumirá el 10 de diciembre, luego de vencer al candidato oficialista Sergio Massa, con una mayoría del 55% de los votos. Será el primer presidente liberal libertario que tendrá el país sudamericano, lo que parece ser (pero no es) toda una incógnita a la hora de los pronósticos.
El propio Milei se define también como un anarco-capitalista. Quiere quitar al Estado del medio, pero al mismo tiempo será el próximo jefe de ese Estado. Para él, según sus propias declaraciones durante la campaña, el mercado es el que tiene que llevar las riendas del país, borrando así todo tipo de subsidios, empresas públicas, obras públicas y distintos programas de educación y sanidad. Ahora bien, ¿el país, sumergido en una grave crisis económica y social, podrá de esa manera salir adelante? La respuesta es no y te explicamos el motivo…
Las razones de un fracaso anunciado
En primer lugar, Milei se dio cuenta (o siempre lo supo) que todo lo que prometió durante la campaña no lo podrá cumplir. Dijo que uno de los peores males de la Argentina era su casta política y que él venía con gente nueva, y finalmente se terminó juntando con el expresidente Mauricio Macri, ubicó a Patricia Bullrich como Ministra de Seguridad y, para manejar la economía, le pidió ayuda a Luis Caputo, a quien había criticado con furia porque “se fumó más de 15 mil millones de dólares”.
Eso por un lado. Por el otro, en su plan de gobierno, Milei quiere llevar a cero la inversión en la obra pública. Ese plan, de un día para el otro, significaría que más de 200 mil personas se queden sin su puesto de trabajo. También pretende cerrar los medios de comunicación públicos, y la consecuencia sería también la de miles de trabajadores sin su fuente de ingreso en un país que no está fácil conseguir empleos.
El nuevo gobierno pretende además achicar gastos en educación y salud, apostando al surgimiento del sector privado. Busca también vender empresas públicas, algo que ya se puso en marcha en la década del 90, y no dio buenos resultados, ni económicos, ni sociales. Busca dolarizar la economía, cerrando el Banco Central, dejando al país sin moneda propia y siendo más dependientes de Estados Unidos. Tres países optaron por el modelo de dolarizar, con desenlace catastrófico: Ecuador, El Salvador y Zimbabue.
Todas sus medidas polémicas y destructivas, en un país como Argentina, llenarán las calles de manifestaciones, obligando a la presidencia a dar marcha atrás con varios de sus planteos.